martes, octubre 25, 2005

Lydia Fossa y la Cápac Hucha

"Leyendo hoy a Cieza de León: De la Capacocha a la Capac Hucha", de Lydia Fossa Falco. En: Boletín de Lima, Nº 73, pp. 33-41. Lima, enero 1991.
 
 
Fossa plantea bien que la palabra capacocha recogida por Cieza de León en su Señorío de los Incas tiene que venir del compuesto capac hucha. Digamos que lo recalca, ya que casi 20 años atrás Carlos Araníbar (una fuente más que autorizada sobre el tema) lo dejó más que claro al analizar la necropompa entre los incas. El aporte de Fossa va dirigido al análisis del término hucha, y cómo y por qué fue recogido este término como pecado tanto por el cronista como por algunos diccionarios de la época (en especial el Diccionario Quechua del padre Diego González Holguín, DGH). Compara cama con hucha ya que ambos están consignados como pecado. Entiende que hay una primera isotopía entre "peccado", "culpa" y "delito", y que esta confusión se debió a los prejuicios e ideologías católicas de la época (y posiblemente a un intento de Cieza de León para evitar la censura de la Iglesia).
 
El problema surge para la segunda isotopía, la que ella plantea que está escondida. Para cama está claro que una segunda acepción se refiere a "consulta, tratar en cabildo concertar". No aparece tan clara esa segunda idea detrás de hucha, sino más bien una idea fuerte de justicia o resolución de conflictos: "negocio o pleyto". Hucha patachak: "la justicia o juez que juzga rectamente".
 
Es más Araníbar hace referencia al ritual también como cachahui. DGH entiende la palabra cacha con mensaje o envío. Hasta estos días la palabra cachay se refiere a la acción de enviar o al que envía. Esto se relaciona más con la propia descripción de la capac hucha y el envío de los "bultos" o personas para el sacrificio.
Traducir capac hucha como "consulta real" no es pues una interpretación contextualizada del ritual. A la luz de la evidencia arqueológica y de crónicas, quedan cabos sueltos. Más bien, como hipótesis pensamos que podría relacionarse justamente a lo que Araníbar llama la solución de estas crisis cratofánicas o mágico religiosas.

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